La participación infantil en el aula, un reto.
En España, distintas asociaciones llevan más de 20 años desarrollando programas de apoyo a la infancia más vulnerable, proporcionando una atención integral a los niños, niñas y sus familias, para que su situación económica o de exclusión social en la que viven no les impida disfrutar plenamente de sus derechos y puedan alcanzar el máximo de sus capacidades.
La tasa de riesgo de
pobreza y exclusión afecta a un 28,3 % de los niños y niñas en España, es
decir, a 2,2 millones.
Actualmente, estamos presenciando un estado de pobreza en la
infancia atípico en el modelo social democrático que caracteriza a nuestro
país. Las cifras de pobreza infantil han ido aumentando progresivamente desde
el comienzo de la última crisis financiera y seguirán aumentando, a pesar de la existencia de planes
estratégicos a nivel nacional, de medidas asistenciales por parte de
organizaciones y del estado y, a pesar de haber ratificado, en el año 1991, la
Convención de los Derechos del Niño de 1989.
Hay investigaciones que, además de pretender describir
objetivamente la situación actual de la infancia de España, basándose en datos oficiales de diferentes entidades e
instituciones estatales, han querido dar voz a los niños y niñas de España.
Estas investigaciones recorren todas las provincias españolas para conocer sus
sueños (entendidos como sus derechos a atender en este trabajo) y, a partir de
ellos, establecer una propuesta de mejora realizable desde el centro y cuya
relevancia radica en la verdadera participación infantil en su entorno próximo.
Actualmente, uno de cada tres niños en España está en riesgo
de pobreza o exclusión social. Los niños y niñas españoles
son el grupo social que más sufre las consecuencias de la crisis
económica y de los recortes en las ayudas sociales.
¿Qué podemos hacer desde el centro para atender estos
derechos?
Aquí es dónde cobra especial relevancia el concepto de
participación. Hay diversos autores que llevan a cabo el estudio del impacto de
la misma. Según explica Lansdown (2005), este impacto hace referencia a
“evaluar el nivel de participación logrado en las diferentes fases del
desarrollo de un programa de mejora” (Márquez y Sandoval).
En este sentido, para responder a la pregunta planteada, la investigación
se basa en las ideas de participación educativa de Shier (2010) y de Forestello
(2013).
Para el primer autor,
la participación educativa se divide en cinco niveles o caminos de
participación. El primero de ellos consiste en escuchar a los niños;
seguidamente los niños cuentan con el apoyo para expresar sus puntos de vista;
en el tercer paso, se toman en cuenta sus opiniones; a continuación los niños
se involucran en procesos de toma de decisiones, para finalizar con un quinto
paso en el que comparten el poder y responsabilidad de dicha toma de
decisiones.
Para Forestello (2013), la participación educativa consiste
en convivir, para lo cual se exige mínimamente implicación y participación del
alumno; colaborar, para lo que el alumno debe participar de distintas formas,
desde produciendo información hasta tomando decisiones o actuando; y, por
último, gestionar, lo que implica altos niveles de implicación y exigencia
participativa, pues la gestión lleva consigo desde producir información,
pasando por el debate y llegando hasta la deliberación que conlleva la actuación
de los participantes (citado en Márquez y Sandoval, 2016).
Siguiendo a estos dos autores, existen varias formas de hacer
efectiva la participación infantil. No obstante, hay que tomar en consideración
otros factores que afectan a dicho proceso participativo.
Para que un centro fomente
la participación de su alumnado, esta debe ser democrática, para lo cual es
necesario establecer dentro de la escuela estructuras participativas y formas
de funcionar democráticas.
Tal y como indican Márquez y Sandoval (2016), es necesario
hablar sobre el poder, sobre su significado, sobre cómo funciona y sobre cómo
opera su legitimidad. Así mismo, es indispensable que el líder directivo sitúe las estructuras de participación en el
epicentro de la vida escolar y fije unos procedimientos pedagógicos.
Por tanto en los centros, los docentes, a nivel de aula,
debemos conocer los procedimientos y fases que conlleva la participación
educativa, así como, a nivel de centro, se hace necesario un acuerdo colectivo
que establezca una organización democrática del centro.
Por
otro lado, es muy importante que todo el personal educativo (familias y administración incluidas),
tenga unos conocimientos básicos sobre la Convención de los Derechos del Niño. Para esto, el propio centro puede realizar charlas
o jornadas de formación para madres y padres. Además de un cambio en la cultura
de centro y en la formación de los padres y madres, es necesario transmitir a
los alumnos y a las alumnas que su participación emerge desde el centro pero
que no debe limitarse a esta.
El estudio mencionado anteriormente, está orientado a fomentar una participación real de la infancia en nuestro
país, mediante la cual los niños y las niñas sean capaces de diseñar espacios
sociales ideales con el fin último de mejorar la situación en la que se
encuentran.
Para terminar y después de haber leído y analizado el tema,
buscar diversa información, experiencias, reflexiones y opiniones, es inevitable proponer una
intervención que intente fomentar y potenciar la participación de la infancia
en nuestra sociedad. No solo porque la participación activa de los niños y las
niñas en nuestra sociedad es un derecho ratificado por nuestro país y que, por
tanto, debemos garantizar; sino también porque sus aportaciones, sus ideas y
sus perspectivas sociales enriquecen la sociedad, la hacen más completa, la
hacen más altruista, la hacen más sensata.