domingo, 3 de mayo de 2020

LA PARTICIPACIÓN INFANTIL EN EL AULA, UN RETO.

La participación infantil en el aula, un reto.

En España, distintas asociaciones llevan más de 20 años desarrollando programas de apoyo a la infancia más vulnerable, proporcionando una atención integral a los niños, niñas y sus familias, para que su situación económica o de exclusión social en la que viven no les impida disfrutar plenamente de sus derechos y puedan alcanzar el máximo de sus capacidades.

La tasa de riesgo de pobreza y exclusión afecta a un 28,3 % de los niños y niñas en España, es decir, a 2,2 millones. 
Actualmente, estamos presenciando un estado de pobreza en la infancia atípico en el modelo social democrático que caracteriza a nuestro país. Las cifras de pobreza infantil han ido aumentando progresivamente desde el comienzo de la última crisis financiera y seguirán aumentando, a pesar de la existencia de planes estratégicos a nivel nacional, de medidas asistenciales por parte de organizaciones y del estado y, a pesar de haber ratificado, en el año 1991, la Convención de los Derechos del Niño de 1989.

Hay investigaciones que, además de pretender describir objetivamente la situación actual de la infancia de España, basándose  en datos oficiales de diferentes entidades e instituciones estatales, han querido dar voz a los niños y niñas de España.

Estas investigaciones recorren todas las provincias españolas para conocer sus sueños (entendidos como sus derechos a atender en este trabajo) y, a partir de ellos, establecer una propuesta de mejora realizable desde el centro y cuya relevancia radica en la verdadera participación infantil en su entorno próximo.

Actualmente, uno de cada tres niños en España está en riesgo de pobreza o exclusión social. Los niños y niñas españoles son el grupo social que más sufre las consecuencias de la crisis económica y de los recortes en las ayudas sociales.

¿Qué podemos hacer desde el centro para atender estos derechos?

Aquí es dónde cobra especial relevancia el concepto de participación. Hay diversos autores que llevan a cabo el estudio del impacto de la misma. Según explica Lansdown (2005), este impacto hace referencia a “evaluar el nivel de participación logrado en las diferentes fases del desarrollo de un programa de mejora” (Márquez y Sandoval).

En este sentido, para responder a la pregunta planteada, la investigación se basa en las ideas de participación educativa de Shier (2010) y de Forestello (2013).

Para el primer  autor, la participación educativa se divide en cinco niveles o caminos de participación. El primero de ellos consiste en escuchar a los niños; seguidamente los niños cuentan con el apoyo para expresar sus puntos de vista; en el tercer paso, se toman en cuenta sus opiniones; a continuación los niños se involucran en procesos de toma de decisiones, para finalizar con un quinto paso en el que comparten el poder y responsabilidad de dicha toma de decisiones.

Para Forestello (2013), la participación educativa consiste en convivir, para lo cual se exige mínimamente implicación y participación del alumno; colaborar, para lo que el alumno debe participar de distintas formas, desde produciendo información hasta tomando decisiones o actuando; y, por último, gestionar, lo que implica altos niveles de implicación y exigencia participativa, pues la gestión lleva consigo desde producir información, pasando por el debate y llegando hasta la deliberación que conlleva la actuación de los participantes (citado en Márquez y Sandoval, 2016).

Siguiendo a estos dos autores, existen varias formas de hacer efectiva la participación infantil. No obstante, hay que tomar en consideración otros factores que afectan a dicho proceso participativo. 

Para que un centro fomente la participación de su alumnado, esta debe ser democrática, para lo cual es necesario establecer dentro de la escuela estructuras participativas y formas de funcionar democráticas.

Tal y como indican Márquez y Sandoval (2016), es necesario hablar sobre el poder, sobre su significado, sobre cómo funciona y sobre cómo opera su legitimidad. Así mismo, es indispensable que el líder directivo sitúe las estructuras de participación en el epicentro de la vida escolar y fije unos procedimientos pedagógicos.

Por tanto en los centros, los docentes, a nivel de aula, debemos conocer los procedimientos y fases que conlleva la participación educativa, así como, a nivel de centro, se hace necesario un acuerdo colectivo que establezca una organización democrática del centro.

Por otro lado, es muy importante que todo el personal educativo (familias y administración incluidas), tenga unos conocimientos básicos sobre la Convención de los Derechos del Niño. Para esto, el propio centro puede realizar charlas o jornadas de formación para madres y padres. Además de un cambio en la cultura de centro y en la formación de los padres y madres, es necesario transmitir a los alumnos y a las alumnas que su participación emerge desde el centro pero que no debe limitarse a esta.

El estudio mencionado anteriormente, está orientado a fomentar una participación real de la infancia en nuestro país, mediante la cual los niños y las niñas sean capaces de diseñar espacios sociales ideales con el fin último de mejorar la situación en la que se encuentran.

Para terminar y después de haber leído y analizado el tema, buscar diversa información, experiencias, reflexiones y  opiniones, es inevitable proponer una intervención que intente fomentar y potenciar la participación de la infancia en nuestra sociedad. No solo porque la participación activa de los niños y las niñas en nuestra sociedad es un derecho ratificado por nuestro país y que, por tanto, debemos garantizar; sino también porque sus aportaciones, sus ideas y sus perspectivas sociales enriquecen la sociedad, la hacen más completa, la hacen más altruista, la hacen más sensata.

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